La mañana siguiente se presentó con un sol espectacular, fría, pero invitando a tomar la calle, y eso hicimos. Desayunamos en la terraza de Oiartzun, la bollería de hojaldre buenísima, encargamos un surtido y ahí empezó el homenaje del sábado.

Pastelería OiartzunPlaya de la Concha 2Tras el pausado desayuno subimos al monte Urgull, visitamos el castillo, paseamos por la parte vieja y terminamos en el Mercado de la Bretxa, donde tras probar una espectacular Gilda regada con aceite de Baena y preparada por un gallego casado con una cordobesa, éste nos ofreció anchoas del cantábrico y guindillas vascas para hacernos nuestras propias Gildas en Heliópolis, ofrecimiento que no pudimos rechazar, a lo que añadimos unos botes de bonito del norte en aceite de oliva, para recordar este viaje, además de en fotos, en el paladar.
Terminado el paseo y por recomendación del subdirector del hotel nos fuimos a Astigarraga, donde cuentan que existe la mayor concentración de sidrerías por km2 y habitantes. Las sidrerías en Euskadi son establecimientos que combinan bodega y restaurante, tienen un funcionamiento estacional, abren a mediados de enero y cierran a finales de abril, principios de mayo. Como no puede ser de otra forma, allí sirven sidra, directamente del barril y sin límite de cantidad, al entrar te provees de un vaso (de sidra ¿cómo no?) y lo llenas (se recomienda un “culín”) cuantas veces quieras y puedas de la sidra que mana a chorros (literal) de las enormes botas dispuestas a ambos lados de la bodega. La comida se sirve en mesas largas y consiste en un menú cerrado y tradicional en estos lugares.
A nosotros nos pilló la temporada recién estrenada, por recomendación reservamos para comer en la Sidrería Petritegi, allí entendí la merecida fama que tienen en el País Vasco en lo que a comida se refiere. El menú, como ya dije, es estándar, de entrada chorizos a la sidra, y una vez en faena nos trajeron un par de tortillas de bacalao (nótese que no escribo tortillitas, no, tortilla de unos cuantos huevos), le siguieron un par de bandejas de tacos de bacalao frito acompañados de cebollas y pimientos fritos y cerramos la parte fuerte con un lomo de merluza al horno y un par de chuletones de buey. El postre no desmerecía el homenaje a Baco, un par de platos con queso Idiazábal acompañado de carne de membrillo y un cesto con nueces, tejas y cigarrillos de almendra. Todo buenísimo y abundante, con pan a demanda y continuos viajes a las botas para repostar sidra, por si acaso nos dejaron una botella de Tinto de crianza que, por si acaso, también cayó.

Sidrería PetriteguiVencidos por la gula y en una tarde de perros, con lluvia y viento del que cuesta mantenerse en pie, decidimos hacer turismo rodado, así que subimos al Monte Igueldo en coche, tomamos café en el hotel que corona el monte, en los sillones de un salón con una cristalera mirando a la Bahía de la Concha, la neblina y el agua de la lluvia no dejaban sitio a la vista.

Vista nocturna de Bahía de la ConchaTras el café, vuelta a la parte antigua, visita al entorno de la Catedral y alguna que otra compra de las niñas. El paseo se hacía cada vez más complicado, convirtiéndose en una encarnizada lucha contra el viento, así que nos proveímos de alguna fruta y nos fuimos al hotel a comerlas junto a una gran chimenea que calentaba el salón central. Cena de lo más ligera, acompañada de un digestivo en forma de gin-tonic y a descansar.

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